domingo, 12 de enero de 2020

Ruido cósmico #Relatos

Necesito escribir cosas en libretas. Necesito tachar líneas mientras tacho la segunda "cosas" escrita mientras veo una película. Mas bien mientras la escucho. La veo de reojo, por supuesto en español. Mientras pienso. Mientras busco qué pensar.

Una película de seis para que ninguna escena que me pueda perder sea interesante. Es absurdo lo que digo. Me auto-doctrino para defenderlo. Aun reconociendo la falsedad, cual abogado. Con uve en galego. Uve de vacío.
Con uve de verdad, algo que en plena era de la información ni siquiera podemos distinguir.

Uve de velocidad, tampoco somos capaces de percibir la velocidad absoluta, solo percibimos la velocidad relativa, cuando aceleramos o cuando nos comparamos con otro objeto. Uve de viaje a 250 kilómetros por segundo.Igual ocurre con el ruido cósmico que no lo sentimos. No vemos lo infinitamente grande o pequeño. Con los sonidos y con otros sentidos. Los sentidos nos engañan. Elsa Punset siempre dice que el cerebro ve lo que le interesa ver. Con uve también.

Ruido cósmico - Relato - El mundo más allá de mis ojos"A veces pienso hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno". Otra vez el seis. Como es previsible yo no desayuno. Es una cita de Alicia (Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll). Me sorprende porque yo no paso un solo instante al día sin pensar seis, a lo mínimo, cosas imposibles. Todo el tiempo. Se me ocurren constantemente. Aunque no todo lo imposible lo es, pudiésemos creer que es imposible que aquí cite lo que es posible.

Sigmund Freud observó que una de las propiedades del inconsciente es su tolerancia a las contradicciones. Como para creerle entonces. A él o a cualquiera. Ni a nosotros mismos. Sin embargo así se pueden llegar a comprender más cosas, es una especie de justificación y disculpa. Lo contrario no tiene sentido. Sentido como esa cosa que aun existiendo carece de una definición concreta y de leyes más allá del libre albedrío. Nunca sabremos si es mejor así.

Entre las contradicciones, las cosas imposibles y el ruido cósmico de mi cerebro me entra el sueño. Ordeno abrir un poco las compuertas de mi censura, allá por donde esté. Quiero soñar. Entonces la escucho roncar. Me tranquiliza escucharla roncar. Creo que por fin descansa. Creo que disfruta.

 


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