Una vez abajo, en la playa, la verdad es que el paisaje era precioso, muy bonito, y vemos el chiringuito. Que además se come muy bien, como expresó ella en ese momento, Si quieres podemos merendar luego, se come genial aquí. Nos descalzamos, bajamos a la playa y había gente, familias, niños, todos con bañador. Y bueno, yo dije, Pero aquí la gente va con bañador, por qué dices que es nudista, Sí es nudista pero hacia ese lado, vamos. Mira qué poquita gente, es genial mira el entorno. Y mira, ya nos ponemos en bolas, ¿no? Así mira, ponemos el culo moreno.
¿Desnudos?, tuve que pensar. Ella iba toda decidida, y yo detrás. Solo pude hacer una mueca que ella ni vio, por no estar mirando. Colocamos la toalla y no sé, nos quitamos la ropa, yo miraba el paisaje, y ella el horizonte supongo, la verdad era impactante.
Pero bueno hasta aquí aún bueno, yo que sé, nos tiramos en la toalla y bueno, yo no sé lo qué pensaba ella, yo sé lo que pensaba yo, pero bueno estaba relajado y bien, hasta que me pregunta que si jugamos a las palas. ¿En bolas? Supongo que mis ojos deletrearon la pregunta que sonó a través de un megáfono en mi cabeza. Eso era como comer un kebap en la primera cita. Aunque esto no era una cita, ya lo sé, pero era incómodo, ya no sé desde cuándo. A lo mejor desde el principio. Y por eso mismo, porque no era una cita. O porque debiera serlo.
"Prometo que me enamoraré de la primera mujer que aparezca" recuerdo esta frase del guión de Cuentos de Tokio. Y yo en ese momento no prometí nada pero repito, no miento, y así fue como ocurrió todo. No hay nadie que no merezca la pena conocer.
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