La que liamos aquel domingo 8 de marzo de 2020 fue la más grande. Todavía lo recuerdo. Desde Madrid, y con carácter retroactivo, contaminamos medio mundo. ¡Qué medio mundo, el mundo entero! China en enero, Italia en febrero... ¡Y todo desde marzo!
Poco menos que habíamos descubierto el condensador de fluzo. O de flujo, que no sé ya ni lo que digo. A pesar de los incansables esfuerzos esto nunca se llegó a demostrar; pero lo cierto es que ocurrió y fue aquí en España. Y porque nos cerraron pronto las playas que sino incluso las ballenas del ártico estarían ahora mismo infectadas por esa cosa que se propagó desde las inmediaciones de Cibeles. No me lo podría perdonar.
'La hemos liado parda' decían algunas asistentes al 8-M aquel año. Todavía lo recuerdo. Lo bautizamos como Coronavirus, Covid para los amigos. No dejábamos de pensar en cómo la retroactividad generada aquel domingo provocó lo que meses antes los taquiones habían maquinado; y entonces se añadió el año 2019 para no perder el foco del inicio: Covid-19.
Con el objetivo de que la situación no causase demasiado pánico social, se fue feminizando el término poco a poco -al parecer esta psicológica técnica se había comprobado con otros fenómenos como huracanes con denominación femenil- así que se quedó como La covid-19. Todavía lo recuerdo.
Días o meses después, el 23-M de mayo -habíamos pasado tiempo confinados, un tiempo inexpresable- se celebró otro acto en Madrid, aunque éste con nula repercusión. Las investigaciones internacionales sobre el fenómeno sitiado en el mismo lugar, y que no provocó daños, sugirieron que los asistentes en esta ocasión no habían sido personas sino una especie de robots sin calificar ni clasificar. Los llamaban así sin calificar ni clasificar porque las conclusiones obtenidas fueron que ni eran máquinas ni eran seres vivos. De aquellas nos parecía una cosa muy rara.
Os vais a sorprender porque os diré que eran Sinvergas. Tardamos veinte años en denominarlas, vosotros ahora entendéis el motivo, no os riáis. Al principio distintas asociaciones se opusieron por el perjuicio que suponía tremendo nombre. Posteriormente ellas mismas rectificaron su posición ante las averiguaciones acerca de la ausencia de alma de los Sinvergas (se acababan de clasificar en este momento, pero todavía seguían siendo robots sin calificar).
No sé qué hizo que todo cambiara. No sé si fue el covid o si fue vuestra aparición. Lo cierto es que antes éramos muy besucones, todavía lo recuerdo. Y lo que ocurrió después ya lo recordaréis.
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